THE JOURNALIST ASKS

Aunque sea un poco tarde para escribir este artículo, no he de dejar pasar un acontecimiento familiar que me causo risa, ira, alegría y festejo. Esta serie de sentimientos encontrados, todos ellos en el transcurso de unas horas, me llevaron a reflexionar cómo está la familia en cuanto a las tendencias políticas que por cierto, hace pocos días salieron a flor de piel con las pasadas elecciones presidenciales.

El término de voto para elecciones presidenciales era algo que llegaría como cosa nueva en mi cotidianidad, ya que en ocasiones anteriores lo había hecho, para el Concejo, Alcaldía, Asamblea, Gobernador y el tan criticado referendo al que Uribe defendió a capa y espada. Por su puesto la inquietud por sufragar no era ajena pues era algo histórico porque por primera vez después de cien años, los colombianos reeligiríamos a un presidente.

En esa carrera por la presidencia surgieron banderas de color amarillo, rojo, azul y una que otra colorida o descolorida después de conocido los resultados emitidos por la Registraduría. En el caso de mi familia fue todo un acontecimiento que permitió una mejor proxemia a sabiendas que esta palabra no es algo muy común entre mis allegados.

Claro, todos estaban de acuerdo por quien iban a votar, que en este caso sería por el presidente Álvaro Uribe, aunque yo no. Muy particularmente defendí mi opinión así no fuera del agrado de mi madre, tías, tíos y hermanos.

Al principio me miraron como bicho raro. En el seno familiar no se podía concebir que se perdiera un votico, como ellos le decían, para el presidente. Yo por mi parte señalé casi en voz baja que no me importaba, que prefería marcar en blanco porque ninguno de los allí inscritos en el tarjetón me convencía, que el discurso de Uribe de seguridad democrática ya estaba más que repetido y que la tendencia de izquierda de Carlos Gaviria aún no es para esta época, más cuando existe una reelección que el pueblo pidió a gritos.

Entonces con tono de reto más de uno me dijo que Uribe ya estaba de nuevo en la casa de Nariño por cuatro años más; yo sin embargo les dije que miraremos qué nos enseñará la historia dentro de cuatro años, cuando el ahora presidente, termine su segundo periodo. Todo parecía indicar que se iniciaba una especie de guerra fría entre los miembros de la familia y yo, pero todo concepto de pelea por las tendencias políticas se evaporaba gracias a las delicias que puede preparar una abuela. Esta vez el menú algo muy típico en la familia, ajiaco. Ajiaco que disfrutamos al máximo esperando los resultados que muy pronto saldrían por los medios de comunicación.

Y fueron las cuatro en punto, las mesas se cerraron y los Aldana reunidos todos en la casa de la abuela esperaron. Yo alejado de esa algarabía opté por ver televisión por poco tiempo, pues la programación me aburrió. ¿qué quedaba? reunirme con los míos y colocar temas de conversación como la universidad, el trabajo, uno que otro chisme y al final ya sin más recurso algo sobre el yajé.

El radiecito comenzó a emitir los boletines y Uribe a la punta, los votos blancos ni a la esquina. La celebración no podía faltar. Brincos, abrazos, lágrimas y hasta rezos emitieron más de uno, mi mamá feliz porque su candidato ganaba considerablemente. Acto seguido el esposo de una de mis tías, contento también, emitió uno de esos gritos que no se han de olvidar. “Olga destape la de Buchana´s”. Y en efecto, al rato llegó un vaso de buen whiscacho a las rocas. La derrota y el triunfo había que celebrarlo. Todos se olvidaron de Uribe, Gaviria, Serpa y mi voto en blanco. La unión primó en ese momento.

El final de la jornada fue con una abuela molesta porque no le gusta ver a sus familiares en los brazos de Baco, con un desorden por doquier y con una celebración parecida a las que se hacen a fin de año. Conclusión, el festejo y el guayabo pasaron pero el presidente todavía estará en Palacio por cuatro años más. Vamos a ver qué pasará.